Nacimiento

Nacimiento

Este cuento hace parte del libro: El Genio y el Avión

Imaginaba que esforzándose escucharía los sonidos de la vida bullendo en el interior del tanque de contención. Allí, trillones de unidades vitales artificiales pujaban por crear enlaces seguros con otras similares.

Cada célula artificial era un pedacito autónomo, con su propia central de energía, minúsculos apéndices mecánicos y un diminuto procesador encerrado en el volumen de unos cuantos micrones cúbicos.

Observó como el brazo mecánico se acercó al tanque. Aunque no podía verlo, sabía que en la punta de aquel brazo había un pequeño módulo, que a diferencia de los billones que se apretujaban en el tanque, era una creación única y prácticamente artesanal.

¡Y no era para menos! –pensó– porque esa mínima cantidad de materia contenía el código necesario para generar un organismo completo: era una semilla de vida.

Le pasó inadvertido que ahora se aferraba al barandal con más fuerza de la necesaria. Estaba concentrado en la evolución del material.

Después de que el brazo liberó su microscópica carga, las células artificiales se adhirieron a ella formando un núcleo cada vez más grande. Siguiendo las instrucciones de la semilla, ahora formaban una bola visible a simple vista, que cuando alcanzó un tamaño suficiente, se hundió dentro del pululante caldo vital.

Ya debían estarse formando las extremidades, los órganos internos y el siempre delicado cerebro... Las células se organizaban en tejidos, los tejidos en órganos, y los órganos…

Una agitación en la superficie lo distrajo de su reflexión. El brazo se sumergió y extrajo con suavidad a la criatura: ¡El milagro de la vida estaba allí, ante sus ojos! El apenas recordaba su propio nacimiento, con un cuerpo perfecto pero con una mente sensible, fuerte pero a la vez delicado.

Mientras se alejaba, escuchó como el brazo se acercaba nuevamente al tanque portando otra semilla que perpetuaría el imperio de las máquinas.

¡Cuánta belleza!



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